Comentario: Somos más eficaces matando estadounidenses que nuestros propios enemigos
Armas en exhibición en Roseburg Gun Shop en Roseburg, Oregón, el 2 de octubre.
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Si algo te dice que las balaceras masivas públicas son alarmantemente comunes hoy día, estas en lo correcto.
La Oficina federal de investigación (FBI por sus siglas en inglés) define el asesinato en masa como las muertes de cuatro o más durante un solo incidente ocurridos todos a la vez, sin ningún período de tiempo distinto entre asesinatos. Guiándose por esta definición, según el criminólogo James Alan Fox, de la Northeastern University, entre 1980 y 2010 hubo un promedio de 20 asesinatos en masa por año, o uno cada 2.6 semanas en promedio.
Según lo que parece, ahora ese intervalo se está reduciendo. De acuerdo ashootingtracker.com, hubo 30 tiroteos en masa públicos con cuatro o más muertos en 2014, y hasta el 1 de octubre, contando la tragedia en Roseburg, Oregon, ha habido 31 tiroteos o uno cada 1.6 semanas en lo que va del año
Con mucha razón el presidente Obama siente como que repite el mismo lúgubre discurso después de cada tiroteo.
Por supuesto, nuestro problema de armas va más allá de la violencia masiva. Por ejemplo, solo en el 2014, los Centers for Disease Control and Prevention (Centros para el control y la prevención de enfermedades) registran 11,208 personas muertas a tiros, 33,636 heridos por disparos y 21,175 que se suicidaron con una pistola. Suma un total de 66,019 personas que fueron muertas o heridas por un arma, que resultan en 1,269 por semana, 180 al día o 7.5 por hora.
Quizá este sea el horrible precio de la libertad.
Suma todas las muertes por armas desde 1970 (un promedio anual aproximado de 30,000 según los CDC) y obtienes la escalofriante cifra de 1.35 millones muertos, que es inquietantemente cercana a la cifra de 1.39 millones de estadounidenses que han muerto en todas las guerras desde la revolución americana.
Quizá este sea el horrible precio de la libertad. La segunda enmienda nos garantiza el derecho a poseer un arma de fuego, y la Suprema corte de los Estados Unidos ha defendido ese derecho en dos casos recientes. ¿Pero deberías tú, querido lector, elegir poseer un arma de fuego?
Habría que considerar este hallazgo de un estudio de 1998 publicado en la revista Trauma and Accute Care Surgery: “Cada vez que una pistola en casa fue utilizada en defensa personal o de forma legalmente justificable, hubo cuatro disparos involuntarios, siete asaltos criminales u homicidios y 11 intentos de suicidio o suicidios finalizados”.
En otras palabras, la fantasía que muchos de nosotros tenemos de que enfrentaremos a un intruso con un arma de fuego para nuestra autodefensa es desmentida por el hecho de que un arma tiene 22 veces más probabilidades de ser utilizada en un asalto criminal, una muerte accidental o lesiones, un intento de suicidio o un homicidio.
Si posees un arma de fuego y la mantienes encerrada bajo llave y descargada y con la munición en otro lugar (recomendado por expertos de seguridad en pistolas), ¿realmente piensas que, en caso de un robo, podrías llegar hasta donde guardas tu arma, encontrar la munición, cargarla, llegar al intruso, apuntarle con precisión y matarlo, todo esto antes de que él se lleve todas sus cosas? Si crees que puedes hacerlo, has estado viendo demasiadas películas. Ve a un campo de tiro y tratar de disparar un arma de fuego. No es fácil de hacer. Requiere de entrenamiento regular.
Si tienes un arma y no la mantienes con seguridad bajo llave— digamos que la mantienes cargada y debajo de tu almohada, podrías tener una oportunidad contra un intruso, pero también te estás exponiendo a tener un accidente. Un familiar deprimido o quizás un niño podía encontrar la pistola.
Un estudio de 2009 corrobora estos hallazgos. El estudio fue realizado por epidemiólogos en la Facultad de medicina de la Universidad de Pennsylvania y se publicó en el American Journal of Public Health. Encontraron que, en promedio, las personas que tenían una pistola tenían 4.5 veces más probabilidades de recibir un disparo en un asalto que las personas que no tenían un arma de fuego.
Pero volvamos a tu intuición del primer párrafo por un segundo. Qué pasa si reconoces la validez de las estadísticas anteriores, pero tu intuición te dice que las leyes de control de armas a no colaboran a la reducción de la carnicería. ¿Estaría en lo correcto tu intuición? No, seguramente no lo estaría.
En 2013, para un estudio publicado en la revista del American Medical Assn. Internal Medicine, los investigadores extrajeron de una base de datos de 121,084 muertes por arma de fuego entre 2007 y 2010. Luego compilaron una “puntuación de fuerza legislativa” para los 50 estados, basados en el número y la fuerza de sus leyes de control de armas y dividió los estados en cuartiles. Resulta que, los estados dentro del cuartil más alto de fuerza legislativa tenían la menor tasa de letalidad general por arma de fuego, y aquellos en el cuartil más bajo de fuerza legislativa tenían la tasa más alta de mortalidad. Esta correlación se realizó por homicidios y suicidios.
Los autores fueron cuidadosos en hacer notar que correlación no implica causalidad. Pero estudios anteriores también han encontrado que a mayor tasa de propiedad de armas por estado, mayor será su tasa de homicidios y suicidios relacionados con armas. Sí, la gente puede matarse una a otra y a sí mismos con cuchillos, cuerdas, tuberías de plomo, llaves y candelabros, pero los datos coinciden con la creciente intuición nacional de que las armas son un problema importante.
Michael Shermer es el editor de la revista Skeptic, columnista mensual de Scientific American, profesor presidential en Chapman University y el autor de “The Moral Arc: How Science Leads Humanity Toward Truth, Justice, and Freedom.”
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